lunes, 16 de febrero de 2015

Retratos

Conferencia de Víctor Stoichita (12-2-2015)
en el Paraninfo de la Facultad de Historia de Santiago.
Promovida por la Fundación Barrié


   Las ponencias artísticas de la Fundación Barrié se remontan al pasado milenio pero no recalaron en el Paraninfo de Santiago hasta el año 2012. El crítico de arte Víctor Stoichita, catedrático en la Universidad de Friburgo, vino a leer las notas que le tradujera su mujer Anna María. Su dictado trató sobre la hermenéutica y antropología de la imagen. El rumano no visitaba la ciudad del Apóstol desde que a los veinte años llegó haciendo “autostop con la mochila a cuestas”.

   Un retrato no se reduce solo a la cara. La Gioconda es un busto de medio cuerpo. “Sus ojos límpidos tienen el resplandor de la vida, pestañas realizadas con delicadeza, nariz con estupendas aletas rosas”. Las manos tienen gran presencia y en el surco del pecho incluso se ven las venas.  Cuando Leonardo abordó La última cena percibió que había dibujado a los apóstoles con tanta belleza que no creía poder mejorarla en Cristo. Prefirió dejar inacabada a la divinidad. El propio Nicolás de Cusa, teólogo del Quattrocento, afirmó que no hay imagen tan perfecta para representar al Ser Supremo pues es inalcanzable. Pero Marcel Duchamp se rebeló al pintar a la Mona Lisa con bigote, incluso con el de Dalí. Fue un gesto iconoclasta para poner en  entredicho una obra clásica y desacralizarla.



   Los artistas rusos de comienzos del XX sufrieron el impacto de algunos cuadros de Picasso. Los retratos de campesinos de Kazimir Malévich son auténticos iconos. También es el autor del aparentemente simple pero culmen del vanguardismo Cuadrado negro sobre fondo blanco.



   Alexei von Jawlensky abordó el rostro y la estructura icónica. “La gran pintura no es posible sin un sentimiento religioso”. Pintó su serie Cabezas Abstractas como poseído. En sus senectud sus casi sagrados rostros eran apenas unos trazos. Con una cruz representaba ojos, nariz y boca.
 
 


   La Medusa de Caravaggio se caracteriza por la excesiva torsión y exageración de la expresión. Ojos desorbitados, cabeza decapitada, sangre que fluye...  


 


   Una categoría de los retratos son los que se ubican en una ventana. Así pintó Rembrandt a su mujer Saskia. Mujeres en la ventana de Murillo quizá aluda a un encuentro de indianas en Washington o al coqueteo de unas prostitutas.  Los hay también en confrontación con el espejo.  Como el cuadro oval de una amante de Luis XV, dama demasiado bella para sus treinta y siete años. Goya, en unos de sus grabados, espió a una vieja coqueta en su estéril pugna por parecer eternamente joven.

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