*Conferencia de Miguel Taín en El Ateneo de Santiago (21-5-2018)
Habló sobre el viaje a Compostela de Cosme III de Médici, que sería VI Gran Duque de la Toscana
El profesor tenía
un reto. Miguel Taín investigó durante varios años el viaje de Cosme III de
Médici y su comitiva a Compostela. En la Toscana hay furor por los archivos
sobre el Quattrocento e Cinquecento, esplendor del Renacimiento
florentino, y se minusvaloran otras épocas.
Vino por devoción.
Las habladurías dicen que escapaba de su esposa porque no la soportaba. Vivían
separados.El príncipe empieza a viajar por toda Europa cuando nace el heredero.
Al separarse definitivamente de Margarita Luisa de Orleans la manda a Versalles a un convento.
Partió desde
Livorno en dos galeras.Llega a Barcelona el 29 de septiembre de 1668.Se
desplaza en una carroza forrada con pan de oro.Visita Monserrat,Lleida,Zaragoza,
Guadalajara y Madrid.Desde allí hace excursiones por Toledo, Córdoba, Granada,
Écija y Sevilla. Fue asaltado en Extremadura. De Badajoz a Lisboa; en la ciudad
donde muere el Tajo deja la carroza y conoce a varios peregrinos que volvían de
Santiago. Sube por Tui, Redondela, Pontevedra y Padrón.
El domingo 3 de
marzo al atardecer llega a Compostela el príncipe heredero de Florencia. Se
aloja en el convento de San Agustín. Al día siguiente entra en la Catedral por
Azabachería; comulga en la Capilla del
Salvador, donde se celebraba la misa de los peregrinos y se expedía la
Compostela. Venera la imagen del Apóstol.
El 5 de marzo oye misa en San Agustín; por la tarde se entrevista con el
arzobispo Ambrosio Spinola en la iglesia de Bonaval. Mantendrían ambos
correspondencia durante varios años;el eclesiástico le envió un carro de
jamones, lenguados, ostras,confituras y fruta escarchada. El día 6 vuelve a escuchar misa en San
Agustín y la Catedral. Luego se dirige hacia A Coruña donde embarca el 19 de marzo
para Londres.
Era religioso pero
aprovechó el largo viaje para darse algunos caprichos. Era fan del chocolate.
En Compostela compró azabache, que repartió en la Corte, conchas y medallas en
plata del Apóstol. También adquirió muchos libros pero al ir en mulas no podía
cargar con objetos de mucho peso. Desde Málaga mandó un barco con 7000 cepas de
uva para la Toscana ¿Y si el Chianti
procede de ahí? Desde Lisboa manda
búcaros de Setúbal. Añadió más
cargamento desde Londres. Compró
cuadros y unos doscientos pares de guantes.
Incluso capta a artistas hispanos, plateros y perfumeros, para que lo
sigan. Se enamora de la cultura española.
Pier Maria Baldi
hizo los bocetos desde Santa Susana y la vaguada de Belvís, algunos montados a
caballo. Los originales los hizo en su taller de Florencia. Barrió la zona de
Huertas y Senra para limpiar el centro y tener mejor perspectiva de la ciudad.
Y se toma alguna licencia como incluir algún frontón que aquí no existía pero
eran algo habitual en Florencia.
Al
morir en 1686, Francesco Petrucci tuvo que terminar el trabajo. Baldi empleó
tres papeles para representar toda la panorámica, capta la ciudad durante una tormenta. El temporal afectó los cuatro días que la
comitiva disfruta en Compostela. El frío y las lluvias provocaron que estuviese
mucho tiempo en el alojamiento. Recordemos que estamos no solo afrontando el
Pequeño Período Glaciar sino incluso los picos negativos del Mínimo de Maunder, a fines del XVII.
La muralla estaba
en un estado bastante ruinoso. En Porta Faxeira se aprecia al antiguo escudo de
la ciudad. En su exterior, donde está la actual Alameda, se celebraban ferias.
Venían productos desde el puerto de Pontecesures. Se cuenta que por aquí
residía el verdugo que acometió los pocos ajusticiamientos que se hicieron en
la ciudad. Por Porta da Mámoa entraba el vino del Ribeiro. En la Catedral Baldi pintó las ya
desaparecidas Torre del Ángel y la Torre del Gayo. Se ve también la cúpula recién construida con
su linterna; era como el faro que rastreaban los peregrinos que estaban en el
Monte do Gozo. Es mucho más habitual que
los relojes estuviesen en los ayuntamientos que en las catedrales; quizá el de
la Berenguela se deba a que La Quintana era un espacio mercantil. La Torre del Tesoro,
en Platerías, custodiaba objetos de valor del Cabildo. Antes de existir el Hospital Real los
peregrinos acudían a diferentes centros, ahora se focalizan aquí. Estaban separados por sexos y clases
sociales, fuesen nobles, plebeyos o eclesiásticos; podían permanecer cinco días
en invierno y tres en verano; si osaban quedarse más tiempo eran considerados
mendigos y se les expulsaba. El Colegio
de Fonseca tenía campana para que profesores y alumnos no llegasen tarde a las
clases.El Monasterio de San Paio, edificio de celdas para monjas benedictinas
y sus sirvientes, tenía por entonces
chimeneas que hoy no se han conservado.
San Agustín tenía un acabado diferente antes de ser víctima de un rayo a
finales del XVIII. El Colegio de San
Clemente fue residencia de colegiales de teología y cánones.
Se conservan los diarios de viaje de Corsini, Gornia, Ciuti y Monsacchi. Aportan valiosa documentación sobre costumbres, monumentos que visitan, recepción de las autoridades,
teatro, perfumes, mujeres…
Según la
descripción de Lorenzo Magalotti la Catedral tenía“la típica planta de edificio
de pe-regrinación”,la cruz latina.Había perros guardianes en el interior que
vigilaban a los transeúntes; hasta
finales del XVII estaban en la Capilla de San Andrés. Lorenzo vio la sillería
del coro, que hoy está en San Martín Pinario. Le llama la atención la cúpula
gótica del crucero.El botafumeiro no volaba a diario; pero Cosme, aunque vino
de incógnito, lo disfrutó; quizá porque el Cabildo estaba ya avisado. El Altar Mayor tenía un retablo de Gelmírez,
anterior al Barroco. Magalotti cuenta
que había un relicario; se trataba de un arca del XVI con forma de ataúd sobre
la mesa; los peregrinos creían que allí estaba el cuerpo del Apóstol. Describe además el baldaquino del XV,
pirámide de madera pintada por un artista flamenco. Debajo estaba la imagen pétrea del Apóstol,
similar a la del Pórtico de la Gloria. Sin esclavina, con manto y silla.
Se sorprenden por
el número y devoción de los romeros. Y anotan cuatro ritos. El contacto de objetos religiosos con la
escultura del Apóstol. El beso a esa estatua. El abrazo desde la parte
posterior según el “ímpetu y frenesí” de cada uno. Hasta diez o quince veces
los varones y tres las mujeres que le susurran al oído “amigo, encomiéndame a
Dios”. Y, por último, la imposición del sombrero de ala ancha; lo colocaban
sobre la imagen pues les dificultaba el abrazo. Así, la imagen cambiaba de
aspecto tras la llegada de cada peregrino.
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