miércoles, 18 de junio de 2014

Siempre queda huella

Adaptación de Crimen Perfecto al teatro por Víctor Conde
Función representada en Santiago de Compostela en mayo de 2011
Publicado por Xornal de Galicia(pero censuró mucho y el texto perdió fuerza)




No has llegado tarde. El telón alzado nunca ha barrido el suelo. Hoy los actores no se persignan mientras miran por un agujerito la afluencia de espectadores en otra ciudad cualquiera de la gira. Serían más de seiscientos fieles de no sobrevivir tanto nostálgico fan eurovisivo. El director nos abre la puerta de par en par de los camerinos, puesto que en este clásico nunca dispuso de mirilla, para que seamos partícipes de lo que pasa entre bambalinas. En los márgenes del escenario se acicalan sentados de espaldas en unas sillas rotuladas con el nombre de los que representaron esta película hace medio siglo. Hablan entre ellos, tal vez como medicina frente a los nervios. No se esconde el trabajo de los mayordomos. Incluso vemos “resucitar” un muerto sin quedarnos a oscuras.






El guión original es de Knott, quien la llegó a estrenar en la BBC. Así entiendo por qué los exteriores de Hitchcock eran menos transcendentales. Víctor Conde pretende ser muy fidedigno al maestro del suspense. El melodrama se cuece en una sala de estar erguida sobre una plataforma giratoria que imita el enfoque de las cámaras. Eché de menos aquella porcelana china, atrezzo tan insubstancial como omnipresente testigo. Una curiosidad, la bufanda homicida no se quema en la chimenea sino que se esconde en un bolsillo.

El piano alimenta la tensión, así como la canción de Pablo Puyol. Nada más cercano a la realidad que personajes con dobleces. Todos escondemos un lado oscuro. Margot, interpretada con voz radiofónica por Elena Furiase, engaña a su marido sin remordimientos; el foco rojo que la acusa en el juicio es un nuevo tributo. El que modificaba su identidad para sumergirse en turbios asuntos acaba como sicario amateur. El meticuloso señor Wendice persigue una vida de confort a cualquier precio. Tras el descanso se suma a la fiesta el inspector de policía, que desató carcajadas con su tono cantarín; reconoce que para hacer justicia “tuve una conducta reprochable pero me hervía la sangre”. La llave del crimen no se la desvelaré pero, ya saben, el problema es que son todas iguales.

No hay comentarios:

Publicar un comentario