martes, 15 de abril de 2014

Octavio Paz

Ciclo Nexos de la Ciudad de la Cultura (12-4-2014)
Sesión homenaje al cosmopolita poeta y ensayista mejicano en el centenario de su nacimiento

Marcos Lorenzo moderó un debate biográfico sobre Octavio Paz. Pere Gimferrer se perdió en intrincadas ramificaciones culturales al recordar la figura de su amigo,con el que mantuvo relación epistolar durante tres décadas. Rafael Martínez Castro, decano de la facultad de filosofía de la USC, leyó sus folios abstractos.Más clarificadoras fueron las imágenes de una entrevista del programa     A fondo grabadas en 1977 y rescatadas por el Centro Galego das Artes da Imaxe.

   Era criollo. Su mamá era andaluza. Su padre,”habitado por los demonios”, fue consejero personal de Zapata; un revolucionario burgués que murió joven. “Mi infancia no hay que idealizarla,llena de tormentos,oprimida por los mayores,de angustias religiosas ligadas a la sexualidad”.

   A raíz de una huelga general despierta políticamente con quince años. Por medio de un colega de pupitre de origen catalán, Juan Boch, empezó a tener simpatías por el anarquismo.  “El gran criminal del siglo XX es el Estado Centralista que monopoliza poder político y económico”. Acudió como Ehrenburg, Huidobro o Neruda a la Guerra Civil Española en favor del bando republicano.Sin compartir todo su ideario fue simpatizante del Che,que fue el último bolivariano.

   Cuando rompe con Elena Garro el mejicano escribe su poema Piedra de sol, título que hace referencia al calendario solar de mayas y aztecas.  Fiel reflejo de su estancia en París es Salamandra donde se palpa el influjo de surrealistas como André Bretón y de pintores como Miró. 

   En los sesenta ejerce como diplomático en Extremo Oriente. Siete años ininterrumpidos en Japón e India, donde conoce por “azar electivo” a Marie José , que sería su última mujer.
   El Nobel de 1990 cultivó con pasión ensayo y lírica. “Descubrí el teatro y como hacer versos en Lope y Calderón”.Se enamoró de los poemas arábigos de Emilio García Gómez y de la Generación del 27. De Machado se queda con la prosa. Al igual que José Ángel Valente, cuando teoriza sobre la muerte está influido por el Barroco español. Le gustaba tanto el esperpéntico Valle Inclán, que ve en Tirano Banderas el cordón umbilical de la novela hispanoamericana.    

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