lunes, 25 de marzo de 2019

De Lisboa a Nueva York

*Ponencia de Antonio Muñoz Molina en el Auditorio de la Biblioteca Jaume Fuster (19-3-2019)

Modera Anna Maria Iglesia

   El protagonista de Tus pasos en la escalera se instala en Lisboa. Lleva sus libros, que son como su casa. Algunos los compró en Nueva York. Su biblioteca, un refugio del mundo, recuerda a la de Montaigne. Fuera del baúl del francés “estaba la peste, la guerra de religiones...”

   “Cuando era pequeño tenía tan pocos libros que cada vez que conseguía uno era una conquista”. Como no tenía estantería los guardaba en una nevera vieja que no funcionaba. “Me gusta acordarme cuando y donde los compré”. Es un apasionado de Juan Marsé. Eduardo Mendoza cree que la gente no debería tener más de un centenar de libros. Los especiales. “Cada uno tiene que tener su valor sino se te llena la casa de desconocidos”. 

   La mujer estudia ratas, animal que se enfrenta al dolor y al recuerdo. “Un laboratorio es un taller, un lugar de experimentación”. ¿Cómo un murciélago sabe qué es un murciélago? Es una pregunta de la neurociencia.“Mi perra tiene unas capacidades auditivas y olfativas infinitamente superiores a la mía”.

   Los aviones pasan muy cerca de Lisboa para aterrizar. En la Gran Manzana suben por el Hudson para enfilar el aeropuerto. El día de la tragedia iban en dirección contraria, bajando el río.

   Antonio estaba en Nueva York en el momento del ataque de las Torres Gemelas. “En el súper se agotaron los carritos y las cestas. ¡Olía a ceniza quemada y a carne podrida”.Le llamó la atención como la realidad cotidiana continuaba durante el espanto. En Tus pasos en la escalera el protagonista está contento porque,tras el atentado,se interrumpe el tráfico en la Zona Cero y su chica se tiene que quedar a dormir en su apartamento.  Galdós contaba en los Episodios Nacionales que durante el 2 de mayo un soldado se despistó porque perdió de vista a su novia.
   No hay sitios más literarios que otros.Su eterno retorno a Lisboa y NY se debe a algo “biográfico, el itinerario de mi vida”. Cervantes hablaba de una venta en la Mancha que es casi como hablar hoy de una gasolinera. “Él lo ha ennoblecido”. Elvira Lindo le dio belleza a Carabanchel.  
   Su padre nació en Úbeda y ese era el centro de su mundo. “Yo soy de otra manera. Siempre me ha gustado irme. No tengo el orgullo del origen sino el aburrimiento”. Pero tampoco le seduce la idea de viajar continuamente.  Cuando fue a la Gran Manzana se sentía como un “aspirante a escritor”; se sumergió en otro idioma, más seco y menos retórico.  Portugal está muy cerca, una hora de avión. Pero “unas cosas se parecen y otras no; es educativo hacer la compra en otro supermercado”. De los lusos le atrae su formalidad, su falta de énfasis...

   “La cultura popular es como la cocina tradicional. Se aprovecha lo que uno encuentra por casa. Con una alcachofa y media y poco más ya puedes hacer un arroz”. La ficción puede ser lo que uno es, “solitario y con gusto por la contemplación”, lo que no es o lo que le gustaría ser. “La experiencia de sufrimiento de los altos ejecutivos no la he vivido pero la he sentido de cerca”.

   La literatura es interpretar. “A veces decimos una cosa pero nuestros gestos, nuestra manera de vestir o forma de comer dicen lo contrario”.  Una vez fue a comer con un político a un restaurante de la Gran Manzana; lo llevó a Flor de mayo, que tiene buena relación calidad precio. Y se fijó que no comía, devoraba. “¡Hasta cogió un trozo de mi pan!”

   Al leer novelas comprendes la ambigüedad de la vida. En Otra vuelta de tuerca de Henry James hay un pasaje contado por una institutriz de la que no te acabas de fiar del todo.  En Lolita el profesor Humbert tiene una idea muy positiva de sí mismo pero es un acosador.
   Hay partes de las novelas que son gratuitas o superfluas. En Carpe Diem se narra como alguien fuma un puro. Es un momento “innecesario pero maravilloso”.  Cervantes se esmera en acentuar la abundancia del banquete en las Bodas de Camacho. Ese afán por las descripciones también está Josep Pla; el catalán habló de un chaleco con el color de la mantequilla fresca.  Porque el lector no es un espectador en el teatro sino un intérprete con derecho a imaginar.
   Es muy complicado y empalagoso escribir desde el tú. La declaración de amor que hay en segunda persona se le ocurrió un día que estaba fregando los platos.  Hace una linda enumeración con sumo detalle. De las naranjas dulces del Argarve en contraste con otras insípidas...

   Ya lo decía Pascal. Casi nunca estamos en el presente. Anticipamos cosas o recordamos. El tiempo va modificando los recuerdos; a veces aparecen vivencias pasadas mezcladas en los sueños. Pete Hamill recuerda que el sur de Manhatann antes del 11S estaba copado de talleres. Siente melancolía de una ciudad que está cambiando de golpe. Y nostalgia porque es una urbe llena de migrantes. La mayoría sabía que nunca volverían a casa. Antaño Nueva York acogió a muchos supervivientes del Holocausto.

   Los más ricos son los más conscientes de la fragilidad del mundo. Cuatro de cada diez invierten en islas y refugios nucleares. Creen que así podrían sobrevivir 3 ó 4 años a una catástrofe.

   “Los escritores norteamericanos tienen franqueza para hablar de lo inmediato y lo más crudo”.  El máximo exponente es Don DeLillo.“Nosotros tenemos miedo a que nos llamen costumbristas. Siempre vamos al envoltorio”.Aunque Muñoz Molina se ha acercado un poquito más al ahora en sus últimos libros, en nuestro país parece que ese presentismo es solo para los periodistas. “Uno de los mejores libros del siglo XX es Hiroshima”; John Hersey contó las consecuencias de la bomba tan solo un año después. “Solo he pedido meter en mis novelas el 11S dieciocho años después” reconoce el autor ubetense.

   “Escribir una novela no es una decisión voluntaria”. Escribió Tus pasos en la escalera en tan solo tres meses “aunque decir eso no sea prestigioso”; luego había que hacer revisiones y ajustes. “Tenía otra historia y no me salía. Tenía que llevar en brazos al personaje. Me generaba desgana”.


   En relación a toda su carrera, no se arrepiente de lo que salió de su pluma. “No los suelo volver a leer. Recuerdo algunos pasajes como si fueran escenas de película”. Le reconforta saber que hay lectores jóvenes a los que les influye.

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